Rafael Medina Ordaz

UN MASON ZACATECANO



Rafael Medina, pilar de la masonería zacatecana.

Nació en 1922, en el Municipio de El Plateado de Joaquín Amaro, al sureste de la capital del Estado.

De estricto origen campesino -orgullo que no vacila en presumir-, fue el mayor de siete hijos. Un hombre que no tuvo otra posibilidad más que la de estudiar y prepararse, dice, “en los surcos de la vida”.

Es Rafael Medina Ordaz, el primer presidente que tuvo en su vida independiente la Gran Logia de Masones de Zacatecas, y quien ahora, a sus 86 años de vida, lúcido, habla con emoción de su vida y obra.

Recuerda además con cariño sus primeros años de enseñanza escolar y añora a aquella que dice fue “una maestra muy buena que tuve en mi infancia, su nombre era María Rodríguez Murillo”.
Luego con seriedad y enojo recuerda un hecho que a él lo marcó desde su niñez para toda la vida. Su maestra, quien le enseño los aspectos elementales de la educación básica: a leer y escribir, murió asesinada “de una manera brutal y cobarde”.
Ella fue ultrajada y muerta por un grupo de fanáticos cristeros, 7 años después “de que ya se había apaciguado la Cristiada”, sin importar que era “una excelente maestra… con ella aprendí las primeras vocales, a escribir mi nombre”.
“Ella nos preguntaba que a quién le gustaría ser maestro y a los que levantábamos la mano nos aconsejaba que lo difundiéramos y que les enseñáramos a todos nuestros conocidos, a por lo menos escribir su nombre, porque era una época donde existía mucha ignorancia”.

Al ser asesinada la maestra María Rodríguez Murillo, dice don Rafael Medina “me dolió mucho… ya no pude seguir estudiando”, al menos no formalmente. Sin embargo, el primogénito de la familia Medina Ordaz se hizo amigo de los libros, se convirtió en un autodidacta.


EL TRABAJO

Cuando la familia creció, Rafael tuvo que integrarse primero a las tareas del campo, allá en El Plateado, para ayudar a su madre y sus seis hermanos, pues su padre murió.
Uno de mis primeros oficios, evoca “fue echar granito al surco”. Posteriormente “vi la oportunidad de venirme a la capital por ser el mayor de mis hermanos y tener la responsabilidad de ellos”.
Casi 3 años trabajó en la ciudad de Zacatecas, en una humilde labor: “Me dediqué a despachar gasolina” en una estación de autoservicio de la capital.
Pero luego de 2 años, una nueva oportunidad laboral se le presentó para irse a los Estados Unidos “y me fui de bracero”.
De aquella experiencia recuerda que “la verdad me fue muy bien”, pero “el interés de quedarme allá nunca me llamó la atención, porque primero es la patria donde uno nace y la familia… no hay como el hogar, estar en casa”.
Al retornar de los Estados Unidos, con el dinero que disciplinadamente ahorró como bracero, decidió dedicarse a una actividad muy zacatecana: la minería.

“Me puse a contratar a mineros, para una mina que conseguí, para tener dos o tres paradas de trabajadores”.
Pero aunque en la minería “no me fue tan mal, saqué una pequeña ganancia”, sin embargo ésta actividad tuvo que dejarla cuando se vino abajo el precio de los minerales que él explotaba.
Fue entonces que cambió de rubro empresarial, “me metí al comercio”, para lo cual adquirió la papelería La Economía, que todavía hoy existe frente al Jardín Independencia.
“Esta tienda me la traspasó un respetable señor que era de origen judío, que ya no quería estar aquí, y al enterarme de ello fue cuando me la pasó. Mi comercio era de papelería, mercería y ferretería, juguetería, le revolvía de todo”.
A su familia la trajo de El Plateado a la capital y ya una vez establecidos aquí, a sus hermanos dice don Rafael “yo los metí a la escuela, yo como mayor de la familia”.
Luego, a la edad de 29 años, Rafael Medina Ordaz se casó y tuvo una familia que en lo personal opina, “realmente no la merezco, porque todos han sido muy buenos hijos, tienen buena posición”.


LA MASONERÍA


Pero ¿cómo fue que usted se convirtió en masón?, se le pregunta al que llegó a ocupar el cargo de primer presidente de la Gran Logia de Masones de Zacatecas, cuando ésta se independizó de la logia del Valle de México.
Don Rafael explica que cuando estaba en los Estados Unidos tuvo un patrón de origen español que una ocasión lo invitó a una reunión de masonería blanca y ahí fue donde pudo observar no sólo el ritual de esa logia, sino además, dice, comenzó a poner atención “en cómo se conducía el patrón con los demás trabajadores mexicanos: era justo y bondadoso”.
“Yo tenía un concepto erróneo de lo que era la masonería, yo pensé porque era un ambiente de oscuridad, pero me incorporé a la masonería y estoy bastante satisfecho de haber visto la luz masónica”.

Al recordarle el hecho de que gracias a su dedicación, estudio y conocimientos demostrados dentro de la logia de Zacatecas fue nombrado como primer presidente de la misma, don Rafael Medina Ordaz tiene un gesto de humildad al opinar que “ese puesto fue superior a mi modesta capacidad”.

¿Cómo podría usted definir la masonería, para aquellos ciudadanos que no la conocen?, se le pregunta al entrevistado.
“Los masones en Zacatecas son hombres que buscan la luz, la masonería tiene por norma proclamar la libertad y aborrecer las dictaduras de cualquier tipo: política, religiosa y social”.


LA POLÍTICA Y LA CORRUPCIÓN


Cuestionado a propósito de la corrupción política y la grave situación de inseguridad pública y violencia que se vive en todo el País, Medina Ordaz habla claro con el reportero:
“Quiero decirle que la masonería es un conjunto de doctrinas donde se sintetizan las verdades fundadas en la observación y en la experiencia, entonces he visto con cierta tristeza de que en nuestro País andamos mal…
“Por nuestros malos gobernantes, como las creencias dogmáticas, religiosas, porque la mentalidad de nuestro pueblo lamentablemente no se ha superado por esas razones, entonces existe una corrupción tremenda y brutal, peor que la derribó hace 100 años la Revolución Mexicana”.
No obstante, advierte, hay una salida, una posibilidad de acabar con este serio problema que vive el País.
“Ese honroso privilegio de acabar con la corrupción la tienen los jóvenes, ellos nos pueden delinear un futuro mejor para nuestro pueblo, pero se necesita cambiar primeramente… porque existe ausencia por todos lados de valores y principios”.
Finalmente, don Rafael Medina Ordaz enfatiza la importancia que en esta tarea tendrá la preparación, el trabajo y la lectura.
“Toda profunda transformación en la magia de los pueblos viene acompañada precisamente por la lectura y la educación para combatir el fanatismo y la superstición. Y para eso hay que tener ideales de superación”, finalizó.


LA MAESTRA MARÍA RODRÍGUEZ

El 15 de mayo, Día del maestro, evoca la memoria de los maestros y maestras que fueron asesinados por las hordas fanáticas de los cristeros, en los años 20 y 30. De ellos existen testimonios todavía en algunos poblados de México.
Fechas como esa eran importantes en el calendario cívico nacido de la Revolución Mexicana, que hoy la derecha en el poder quiere relegar porque no son gratos para la memoria de la jerarquía católica.
El Día del Maestro se instituyó oficialmente en 1918, bajo la premisa de que el maestro había sido “factor decisivo del progreso de la nación, forjador del alma nacional, por la educación que imparte a las masas”, y se tuvo presente que los maestros fueron de los primeros en unirse al movimiento emancipador de 1910 y que en 1915 los alumnos de la Escuela Nacional de Maestros abandonaron sus estudios para incorporarse a las fuerzas de Alvaro Obregón, quien fuera asesinado en 1928 por el activista católico José de León Toral.

Durante la llamada “guerra cristera”, de 1926 a 29, en la que el clero se opuso a la educación laica y en general a la separación entre la Iglesia y el Estado, muchos maestros murieron en manos de los católicos, que en la década siguiente renovaron sus ataques.
El 15 de mayo de 1935, el entonces presidente Lázaro Cárdenas presidió una ceremonia en honor de los educadores asesinados o desorejados por los cristeros, y dispuso que cada año, en esa fiesta cívica, se leyeran los nombres de diez de esos mártires de la educación.
En esa ocasión, el mandatario, quien tres años después llevaría a cabo la nacionalización del petróleo, dijo que “ha habido manifestaciones aisladas de fanatismo e ignorancia”, que produjeron “el sacrificio de las vidas de maestros caídos en el cumplimiento de su noble ministerio” , quienes merecían “público tributo de reconocimiento y admiración”.

En esa época, los intentos de implantar la enseñanza socialista y los rudimentos de la educación sexual en las escuelas primarias,habían motivado las reacciones violentas de grupos de fanáticos que destruían las escuelas y los libros de texto,asesinaban, mutilaban y ultrajaban a las maestras y maestros rurales.
Con el tiempo, se ha ido perdiendo la memoria de los maestros sacrificados, mientras que los herederos ideológicos de los cristeros han llegado al poder y con los recursos del erario promueven el culto a los fanáticos de hace varias décadas.
El odio que profesa la derecha en el gobierno hacia la educación pública propicia también que en las esferas oficiales no se dé importancia a la labor que cotidianamente llevan a cabo los maestros, quienes fueron uno de los sectores que más apoyo brindaron a la obra de la revolución mexicana.
Por ello, vale la pena recordar los nombres de algunos de esos maestros sacrificados por el fanatismo

María Rodríguez Murillo

“Fue la madrugada del 26 de octubre de 1935. Le advirtieron que se fuera, no lo hizo. La violaron, la golpearon, la amarraron con una soga de los pies y la arrastraron a galope de caballo por el camino terregoso que lleva a la salida de Huiscolco. Y le cortaron los senos. Y los colgaron en arbustos localizados en la orilla de camino. Uno a la derecha, otro a la izquierda. Como ejemplo, ara que los demás maestros rurales desistieran de impartir educación socialista…”
Así asesinaron los cristeros a la maestra María Rodríguez Murillo, una profesora muy dedicada, que trabajaba en el poblado de Huiscolco, municipio de Tabasco, Zacatecas. A la mañana siguiente del sangriento asesinato, el cura del lugar dijo misa y absolvió a los asesinos.

La señorita Murillo fue acusada de ser comunista y de que apoyaba el reparto de tierras a los campesinos, mientras que la gran mayoría del clero condenaba el agrarismo como despojo y amenazaba a los campesinos que recibieran tierras con los castigos eternos del infierno”.[1]
En junio del año 2001, el periodista Salvador Frausto retomó el tema de la maestra María Rodríguez Murillo, haciendo interesantes pesquisas en el poblado donde ocurrieron los hechos arriba mencionados.[2]
En dicho lugar hay una escuela rural federal que lleva el nombre de la maestra asesinada. En la fecha en que él hizo la investigación, el director de esa escuela pensaba proponer ante el cabildo que la maestra fuera nombrada “mujer ilustre” de la región, donde la gente se refiere a ella como “la maestra mártir”. Desde 1983 se lleva a cabo año con año un homenaje en el lugar d esu sacrificio, que es la escuela que lleva su nombre y donde hay además un busto suyo que se implantó en 1985..


Entrevistados por Frausto, algunos de los exalumnos de María Murillo, quien tenía 45 años cuando fue asesinada, “recuerdan los gemidos que emitía la maestra agonizante, abandonada por la turba de cristeros, tras ser acribillada, a la salida del poblado….”
De acuerdo con esos testimonios, ella vivía en un rancho llamada San Antonio, donde daba clases, pero “se peleó con el cacique, don Antonio, porque él no quería que sus trabajadores aprendieran a leer y escribir: Don Antonio fue el que le calentó la cabeza al curam que dizque la maestra era protestante, le decía…Total que María Murillo se vino para acá y aquí era muy querida, pero se peleó con el cura porque le pidió que mandara ala escuela a los niños que iban al catecismo”

De acuerdo con Rubén Lara, cronista del municipio de Tabasco, donde se ubica Huiscolco,”…la maestra Murillo se limitaba a impartir clases de español, matemáticas, algo de ciencias sociales y un poco de ciencias naturales. En cuanto a la cuestión sexual, solamente les hablaba a sus alumnos sobre le funcionamiento de los aparatos reproductores. “Les aclaraba que los bebés no venían de la cigüeña ni los dejaba alguien en una canasta a la puerta de las cosas. No más”
Según el profesor Aureliano Montoya, director de la escuela María R. Murillo, esa maestra fue un ejemplo de vocación magisterial, quien dedicó su vida a la enseñanza, y enfatiza: “…era señorita a los 45 años” Ese dato se asienta en el acta de defunción de la maestra, documento donde se menciona también que murió sin recibir atención médica.

De acuerdo con Montoya, los cristeros “…le advirtieron varias veces que si no dejaba de enseñar la iban a matar y siguió, por vocación, dando sus clases. Todavía la noche en que la sacrificaron le dijeron que desistiera y la llevaron a la orilla del pueblo y ahí la dejaron, para que se fuera de Huiscolco. Y que se regresa a su casa…”

“Los cristeros le pidieron a lamaestra los libros con los que enseñaba, para ver sino eran inmorales o procomunistas, fueron a la escuela y los revisaron durante largo rato, ¿pero qué podían revisar?, la mayoría no sabían leer, eran analfabetas, pero aún así dictaminaron que la maestra era comunista, lo que le mereció el castigo…. Después fueron por ella y la martirizaron, se la llevaron arrastrando hasta la orilla del pueblo, donde la dejaron…Algunos vecinos, al oírla gemir, se despertaron y trataron de salvarle la vida, la llevaron en un “tepeiste” (como una camilla) a la cabecera municipal (Tabasco) pero ahí murió antes de ser atendida por algún médico”

Tanto el cronista de Tabasco como el director de la mencionada escuela rechazan, al igual que pobladores de ese lugar, que la maestra fuera protestante. Por el contrario, afirman que era católica practicante: “María daba clases en un cuartito chiquito que está por aquí cerca (de la escuela que lleva su nombre), y en el cuartito de a lado se quedaba a dormir. En una pared de adobe de su habitación tenía, y aún se conserva, un Cristo fijado en barro”.